miércoles, 28 de marzo de 2012

Jose Celestino Mutis

MUTIS




 Historia Jose celestino y la expedición botanica

Nació en Cádiz (España) el 6 de abril de 1732, se dedico al reconocimiento y estudió de la hora andina, dicto cátedra de matemáticas en el rosario también fomento la economía y el progreso creando la sociedad patriótica. murió el 11 de septiembre de 1808 a los 73 años de edad.

Frentes de trabajo:

La expedición botánica tenia por objetivo la recolección y nomenclatura de plantas desconocidas.

Grupo de trabajo

Herbolarios botánicos, pintores, astronomía y geografía, mineologia y metalúrgica

"José Celestino Bruno Mutis y Bosio Médico y botánico español que figura entre los más destacados iniciadores del conocimiento científico en el Nuevo Mundo.
José Celestino Mutis estudió medicina y cirugía en el Colegio de Cirugía de su ciudad natal, que fue un centro de renovación médica a la vanguardia de la ciencia aplicada en España. Sin embargo, como dicha institución no estaba autorizada a otorgar el grado de bachiller en Artes y Filosofía, Mutis tuvo que terminar su carrera en la Universidad de Sevilla. Una vez concluidos sus estudios, se vinculó, durante cuatro años, al Hospital de Cádiz.
Se interesó entonces por la astronomía y la botánica, disciplinas en las que tuvo por maestros a Jorge Juan de Santacilia para la primera y a Domingo Castillejo y Miguel Barnades para la segunda. En realidad, en su período de formación, Mutis tuvo excelentes preceptores: Jorge Juan fue, junto con Antonio de Ulloa, el gran pionero del redescubrimiento científico de América, y Barnades fue el protagonista del renacimiento de la ciencia botánica en la Península. Cuando Mutis recibió el título de médico del Real Proto-Medicato de Madrid, contó con la tutela de Andrés Piquer, la mayor eminencia de la medicina española de la época.
Mutis se desempeñó como suplente de la cátedra de anatomía del Hospital General de Madrid y perfeccionó sus conocimientos botánicos en el Jardín del Soto de Migas Calientes. En 1760 rechazó una beca de especialización en París y partió para América como médico particular del recién nombrado virrey Pedro Messía de la Cerda, pues entendió que en el Nuevo Continente podría consagrarse como científico, dedicándose especialmente al conocimiento de las quinas. Deseaba desentrañar algunas de sus incógnitas, establecer sus reales propiedades curativas, sus limitaciones terapéuticas y sus potencialidades económicas. En los primeros años de su vida en Santafé, abrigaba la idea de viajar a Loja, en la provincia de Quito, para cumplir con tales investigaciones.
José Celestino Mutis partió de España rumbo a América el 7 de septiembre de 1760, y llegó a Santafé el 24 de febrero de 1761. El impacto del trópico fue grande, pues a cada paso se encontraba con una novedad botánica o zoológica. También le sorprendió el ambiente cultural y social: la educación superior era una copia de las instituciones educativas metropolitanas, especialmente de la contrarreformada Universidad de Salamanca, y se hallaba encomendada a las distintas órdenes religiosas (Santo Tomás a los dominicos, Javeriana a los jesuitas, Agustiniana de San Nicolás de Bari a los agustinos) o al clero secular (Nuestra Señora del Rosario). La pedagogía que se infundía en las escuelas y seminarios era heredera del Concilio de Trento de 1530 y estaba centrada en el aristotelismo y la escolástica tardía, sin ninguna explicación científica de la realidad.
Desde que Mutis desembarcó en Cartagena se preocupó por adelantar observaciones astronómicas, recolectar plantas con las que fue formando un herbario, comprobar gran parte de lo consignado en obras escritas sobre América y estudiar la quina. Al año y 17 días de su llegada a Santafé, sentó las bases de la revolución científica e ideológica en el Virreinato de la Nueva Granada cuando, en el discurso inaugural de la cátedra de matemáticas del Colegio Mayor del Rosario, expuso los principios elementales del sistema de Copérnico: fue la presentación de una nueva metodología, la del eclecticismo, y de una novedosa actitud ante el mundo y la vida, que significaba el abandono del fanatismo y la credulidad, para entrar en los terrenos de la física de Newton.
En ese empeño por modernizar las estructuras mentales de los criollos neogranadinos, Mutis se enfrentó con los sectores tradicionales de aquella sociedad estamental, y en especial con los dominicos. Así, en 1773, se declaró copernicano ante el virrey Manuel Guirior, en 1774 se le siguió causa, que fue archivada, y en 1801, tuvo que volver a defenderse, todo un escándalo para la hipócrita y pacata sociedad de la época.
Una de las consecuencias de la exposición de la teoría heliocéntrica de Copérnico fue que, después de la expulsión de los jesuitas en 1767, la Corona tuvo que llenar de alguna manera el vacío cultural e ideológico que dejaron los padres de la Compañía de Jesús. En ese contexto el fiscal y doctor Francisco Antonio Moreno elaboró un Plan de Estudios en el que se creaba una universidad pública y unos estudios generales; la base ideológica para tales planteamientos fue el discurso inaugural de Mutis en la capilla de La Bordadita.
En 1763, Mutis envió al rey de España una representación, escrita desde Cartagena, en la que planteó escribir la Historia Natural de América. No obtuvo respuesta y volvió a redactar, al año siguiente, otra carta, con el mismo resultado. Decidió entonces ir adelantando por su cuenta ese trabajo, para el cual necesitaba fondos. Aunque era el médico preferido de los habitantes de Santafé y percibía buenas entradas económicas, prefirió incursionar en arriesgadas empresas comerciales y mineras. Entre 1766 y 1770 permaneció en las minas de La Montuosa, en las cercanías de Pamplona, y entre 1778 y 1782 estuvo en las del Sapo, en las proximidades de Ibagué. En ambos intentos fracasó económicamente, aunque introdujo, junto con su socio Juan José D'Elhuyar, el método de amalgamación para la extracción de la plata.
En lo que no fracasó, aunque tuvo que afrontar serias disputas, fue en el descubrimiento de la quina en el territorio de la actual Colombia. El interés de Mutis lo llevó a recorrer constantemente los alrededores de Santafé y la búsqueda dio resultados cuando en 1772 encontró el vermífugo en compañía de don Pedro Ugarte, en el monte de Tena. En 1774 el médico panameño Sebastián López Ruiz obtuvo una comisión real para hacer indagaciones sobre la existencia de la quina en Tena, Guayabal y La Mesa, con lo que entró en polémica con el sabio.
Al cabo de dos años, López Ruiz demostró que efectivamente había quina en los alrededores de Santafé. Luego de algunos análisis en España, fue confirmado como director de los acopios de quina en el virreinato y en 1778 el rey le otorgó un sueldo anual de dos mil pesos. Comenzó entonces un largo pleito entre ambos personajes, al final del cual Mutis salió victorioso, pero muy desgastado, y de todas maneras los resultados no fueron lo que la Corona esperaba.
Mientras llevaba a cabo sus aventuras comerciales y sus disputas con López Ruiz, el sabio Mutis continuó con sus trabajos de investigación en botánica, especialmente en el campo de las plantas útiles, que era aquello que más interesaba a la Corona. Además, mantuvo una nutrida comunicación con científicos europeos, como Carlos Linneo, Carlos Alstroemer y Antonio José Cavanilles. Fue designado académico de Upsala y algunas de sus reseñas científicas fueron publicadas en revistas suecas.
En 1777 envió una colección de plantas disecadas al Jardín Botánico de Madrid y otra a Linneo. Formó una voluminosa biblioteca, entre seis y ocho mil volúmenes, especialmente de botánica (unos tres mil ejemplares), que el sabio alemán Alexander von Humboldt juzgó comparable a la de míster Banks, presidente de la Real Sociedad de Londres.
La Real Expedición Botánica
En 1776, España creó la primera Real Expedición Botánica, en el Perú; en ello tuvieron mucho que ver los conceptos que el famoso marino español Antonio de Ulloa lanzó en su libro Noticias americanas (1772) acerca de la conveniencia económica, científica y cultural para la metrópoli de conocer en profundidad el continente americano. En 1783 el arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora creó la Real Expedición Botánica del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y nombró a Mutis como su director, con una asignación anual de dos mil pesos.
Durante los seis meses que van de abril a septiembre, la expedición funcionó provisionalmente y tuvo su sede en La Mesa de Juan Díaz; el equipo humano inicial fue reducido: el sabio, como director, Eloy Valenzuela, como segundo, y Antonio García, como dibujante. Luego se incorporaron, como herbolarios, el indígena Luis Esteban y el campesino Roque Gutiérrez.
El 23 de noviembre de 1783, la expedición fue confirmada por real cédula y se trasladó a Mariquita. Esta población resultaba bastante propicia para adelantar las labores de inventario de la expedición: se asentaba entre dos cordilleras, su comunicación con Santafé no era difícil y era paso obligado en la vía que enlazaba la capital con el principalísimo puerto de Honda, hecho que favorecía las labores comerciales, además de situarse también cerca de un centro minero de relativa importancia, donde era factible ensayar las diversas técnicas de minería.
La Real Expedición permaneció ocho años en Mariquita, hasta que el virrey José de Ezpeleta decidió que para su mayor control debía ser reubicada en Santafé, con lo cual el ambiente cultural de la capital virreinal se vio fortalecido. Se formó así la Casa Botánica, que funcionó hasta 1816, cuando las tropas de la reconquista española la cerraron definitivamente, remitiendo su patrimonio científico a España.
En Mariquita la expedición se reorganizó poco a poco. Se crearon cargos con funciones muy definidas: los comisionados, personal de confianza de Mutis y del virrey, emprendían largas excursiones a diversas partes del virreinato, para reconocer y recolectar minerales o plantas diferentes a las ya conocidas, pero también para acumular datos y observaciones científicas; se destacaron fray Diego de García, Pedro Fermín de Vargas, Bruno Landete, el geógrafo José Camblor y Francisco José de Caldas.
Los botánicos debían recoger muestras exclusivamente botánicas y eran acompañados de uno o varios herbolarios que ejercían funciones auxiliares. Los pintores se encargaban de copiar las plantas recolectadas sin omitir el más mínimo detalle y con la mayor perfección posible. A partir de 1791, existieron agregados científicos como Francisco Antonio Zea, Juan Bautista Aguilar, José y Sinforoso Mutis, y de igual forma se creó el cargo de oficial de pluma, que ejerció José María Carbonel. Así, de los tres puestos creados inicialmente, la Real Expedición llegó a contar en 1808 (año de la muerte de José Celestino Mutis) con un total de 35 personas.
Tradicionalmente se ha insistido en que la coyuntura para que el arzobispo-virrey se decidiera a formar la Expedición Botánica en el virreinato fue la solicitud de unos científicos alemanes para recorrer los territorios de la actual Colombia. Como parte de las labores asignadas, Mutis debía enriquecer las colecciones botánicas del Gabinete de Historia Natural y del Jardín Botánico de la Corte mediante permanentes remisiones de semillas y raíces vivas de las plantas y árboles más útiles, sin omitir observaciones geográficas y astronómicas y la redacción de La flora de Bogotá.
Todo ello es cierto, como también lo es que en la iniciativa de la expedición jugó un papel determinante la Revolución de los Comuneros de 1781 y que los comisionados debían informar y evaluar social, política y económicamente los distintos pueblos y provincias del virreinato, con el fin de que la Corona pudiera tener una idea de las distintas situaciones y poder aplicar correctivos.
El aspecto más importante de la Expedición Botánica fue su contribución a la conformación y consolidación de una clase culta criolla, toda vez que muchos de sus miembros fueron próceres de la Independencia y que en torno de la expedición giraron las grandes figuras de la política de la Primera República.
Los resultados científicos y económicos son más relativos, pues, si bien se coleccionaron 5.393 láminas magistralmente realizadas, compuestas por 2.945 estampas en color y 2.448 dibujadas a pluma, que representan 2.696 especies y 26 variedades, muchas de ellas no tienen la descripción correspondiente, no hay clave alguna de tal iconografía y no se conoce una correspondencia entre las láminas y el herbario. Su aporte a la taxonomía nacional actual es prácticamente nulo, ya que sólo ocho géneros y especies han conservado la denominación dada por Mutis: Barnadesia, Beforia, Ezpeletia, Ternstroemia, Vallea, Spilanthes americana, Aristolochia cordiflora y Sericotheca argentea.
La flora de Bogotá nunca se publicó en vida de Mutis. El sabio no la pudo concluir, disperso en infinidad de ocupaciones y fracasadas aventuras comerciales, como la organización de la factoría y estanco de la quina, basado en un meticuloso estudio que luego de 25 años de investigaciones dio como resultado el libro El arcano de la quina, obra aparecida inicialmente en el Papel Periódico de Manuel del Socorro Rodríguez y que es el único trabajo terminado de Mutis, en el que diferenció cuatro especies de quina: anaranjada, roja, amarilla y blanca, las cuales distinguió unas de otras según las reglas botánicas y su aplicación médica.
Con anterioridad, había escrito un proyecto de estanco de la quina, en el cual llamó la atención sobre la necesidad de racionalizar al máximo posible la explotación del producto. También intentó aclimatar los canelos de los andaquíes, que bien pronto se secaron, promover en la Corte el amargo té de Bogotá, que no fue aceptado en los mercados europeos, resolver consultas oficiales, trazar y dirigir políticas sanitarias y de minería, reformar los estudios de matemáticas del Colegio del Rosario e implantar los de medicina, de acuerdo con los logros del momento. Mutis murió en Santafé, el 11 de septiembre de 1808, a los 76 años de edad."

BIBLIOGRAFIA TOMADA DE:  http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mutis.htm

martes, 27 de marzo de 2012

Expedición científica

Las expediciones fueron patrocinadas por la monarquía y su objetivo principal fue buscar la prosperidad económica y grandeza espiritual de España.


La Condamine por Don Jorge Juan y Don Antonio de Ulloa 1735 busco determinar la figura de la tierra.

El primer sabio en llegar a Colombia fue Nicolai Joseph jacquin con el objetivo de reunir plantas raras y exóticas.

Expedición de nuevo reino 1760 se inicio del desarrollo de las ciencias donde llega el medico José celestino Mutis. el arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora permite que se cree la expedición botánica.

En 1801 el alemán Alejandro de Humbolte Reunido con el Frances Amadeo Bonpland estuvieron relacionados con el sabio Caldas y Mutis .

Enlace Expedición biblioteca virtual


Según la conocida periodización de George Basalla, la ciencia colonial se caracteriza por la existencia de modestos grupos de científicos, cuyas actividades responden a programas diseñados en la metrópoli y cuyos resultados son procesados por instituciones puestas al servicio de los intereses metropolitanos. En la época de la Ilustración, la situación en América es más compleja, pues si bien los proyectos científicos más importantes parten de la iniciativa oficial y si bien la institucionalización de dichos proyectos dependen igualmente de las autoridades virreinales, también es cierto que los ilustrados criollos van a desarrollar desde ese punto de partida propuestas de investigación que permitirán poner las bases de una ciencia independiente al servicio de las nuevas nacionalidades alumbradas por la emancipación.
Una parte de esta ciencia colonial fue producto de la labor de sabios españoles instalados en América. Es el caso de Fausto Delhuyar, de Andrés Manuel del Río o de Miguel Constansó en México, así como el de José Celestino Mutis y Juan José Delhuyar en Nueva Granada o el del solitario Félix de Azara en el Río de la Plata. En contrapartida, aunque no en la misma medida, fueron muchos los científicos criollos que desarrollaron una parte de sus actividades en la metrópoli, bien porque la tomaran como escala obligada en su aprendizaje, bien porque fueran llamados (como en el caso de tantos otros protagonistas de la Ilustración regional española) a desempeñar cargos al frente de instituciones oficiales, como ocurrió con el peruano Francisco Dávila (primer director del Gabinete de Historia Natural), el neogranadino Francisco Antonio Zea (nombrado director del Jardín Botánico de Madrid), o el mexicano José Mariano Mociño, uno de los directores de la Expedición Botánica de Nueva España, que pasó a Madrid, donde desempeñó la dirección del Gabinete de Historia Natural y la presidencia de la Academia de Medicina.
Un papel fundamental en el desarrollo de una ciencia americana fue desempeñado por las expediciones científicas promovidas por la Corona y que tuvieron como escenario y como objeto de estudio los territorios (y los mares) del Nuevo Mundo. Sus resultados fueron remitidos evidentemente a los centros metropolitanos (Jardín Botánico de Madrid, Gabinete de Historia Natural de Madrid, etc.), pero su consolidación institucional permitió la continuidad de una labor que por lo general quedó en manos de los discípulos criollos de los sabios españoles que (solos o unidos a sabios locales) habían sido puestos al frente de los proyectos. Y por este camino, muchas de las grandes figuras de la ciencia ilustrada americana se formaron y desarrollaron sus primeras actividades en el marco de estos organismos que eran los herederos de las expediciones científicas.
Es el caso de Francisco José de Caldas. Nacido en Popayán, estudió en el Colegio del Rosario de Bogotá, antes de encontrarse con el magisterio de José Celestino Mutis. Viajero infatigable, recorrió incansablemente el territorio del virreinato antes y después de su incorporación a la expedición de Mutis, realizando multitud de investigaciones, especialmente observaciones astronómicas, botánicas y vulcanológicas, antes de ser nombrado director del Observatorio de San Carlos de Santa Fe (1803), una de las instituciones científicas surgidas de la expedición. Sus numerosas obras dieron cuenta de sus preocupaciones en botánica (Memoria sobre el estado de las quinas en general y en particular sobre la de Loja, 1805), geografía (Estado de la Geografía del Virreinato de Santa Fé de Bogotá, 1807), antropología (Del influjo del clima sobre los seres organizados, 1808), astronomía (informe de sus observaciones de 1808 y 1809). Hombre de temperamento dulce, como demuestran las cartas a su esposa, Manuela Barahona, el estallido de la guerra de emancipación le empujó a las filas de los insurgentes, por lo que terminó siendo víctima de la sangrienta represión del general Morillo en 1816.
No todos los científicos estuvieron conectados, sin embargo, con las expediciones de la segunda mitad del siglo. Algunos, porque desarrollaron buena parte de su actividad en los años centrales de la centuria, como el peruano José Eusebio Llano y Zapata, hombre de curiosidad universal, según demuestran sus diversas obras de prolijos títulos (Observación diaria-crítica-históricameteorológica o Memorias histórico-físicas-críticas-apologéticas de la América meridional), y también de espíritu emprendedor, que se manifiesta en sus proyectos frustrados de crear una escuela de metalurgia y una biblioteca pública. Otros, porque ejercieron su labor dentro de otras instituciones, algunas de ellas directamente creadas por su iniciativa, como algunas de las más sobresalientes sociedades patrióticas o algunos de los más importantes centros extrauniversitarios de enseñanza.
El mexicano José Antonio Alzate (1729-1790) ocupa una posición singular, por su saber enciclopédico y su vocación de divulgador. Si se le ha calificado de científico segundón y si sus aportaciones no fueron sin duda comparables a las de Bartolache en medicina, Velázquez de León en matemáticas, Mociño en botánica o León y Gama en astronomía (y también en arqueología, con su excelente Descripción Histórica y Cronológica de Dos Piedras), su actitud crítica y su fe en la ciencia (que debía combinar la función teórica con la práctica) le movieron a escribir sin descanso sobre los temas más diversos en las numerosas publicaciones que patrocinó: Diario Literario de México (el primer periódico científico de América, 1768), Asuntos Varios sobre Ciencias y Artes (1772), Observaciones sobre física, historia natural y artes útiles (1787) y Gacetas de Literatura de México (1788). De este modo, pudo desempeñar un papel similar al de Feijoo en España y convertirse en el mayor polígrafo y popularizador de la ciencia del Nuevo Mundo.
Alzate fue amigo y biógrafo de José Ignacio Bartolache (1739- 1790), quizás el mayor científico mexicano de la Ilustración. Doctor en Medicina, fue protegido por el matemático Joaquín Velázquez de León en su carrera universitaria que le llevaría a la cátedra de Medicina y a intentar una fallida reforma de los planes de estudio, antes de pasar a la secretaría de la Academia de San Carlos. Publicista destacado, sobre todo a raíz de la edición del Mercurio Volante, con noticias importantes y curiosas sobre física y medicina (1772), sus obras más importantes fueron las Lecciones de Matemáticas (1769), donde asentaba la similitud en estructura y método entre la lógica, la física y la medicina) y la Instrucción que puede servir para que se cure a los enfermos de viruelas endémicas (1779).
Otro médico y científico sobresaliente fue el quiteño Eugenio Espejo (1747-1795). Doctor en Medicina, cursó también estudios de teología, letras y leyes, antes de convertirse en el máximo animador cultural de la capital de la presidencia, como se puede deducir de su encendido Discurso dirigido a la muy ilustre ciudad de Quito ya citado (1786) y de sus iniciativas plasmadas en la creación de la Biblioteca Pública, de la Sociedad Económica de Amigos del País y del periódico Primicias de la Cultura de Quito. Su obra científica, al margen del ejercicio permanente de la medicina, incluye dos informes a favor de la utilización de la quina como remedio (Memoria sobre el corte de quina y Voto de un ministro togado de la Audiencia de Quito) y su estudio epidemiológico elaborado a raíz de dos epidemias consecutivas de sarampión y viruela (Reflexiones acerca de las viruelas). Sin embargo, no es posible olvidar la significación de Espejo como agitador político, actividad que le valió un primer destierro en Santa Fe de Bogotá (donde entró en contacto con el grupo conspirativo de Nariño) y su definitiva reclusión en la cárcel de Quito, donde halló la muerte. En esta vertiente también son importantes muchos de sus escritos, la mayor parte de los cuales permanecieron inéditos hasta nuestro siglo, como Marco Porcio Catón y Nuevo Luciano o Despertador de Ingenios, de ilustrativos títulos.
Cierra el capítulo de los médicos y científicos ilustres el peruano Hipólito Unanue. Doctor en Medicina, fue el gran impulsor de los estudios de la disciplina en el virreinato, desde la cátedra de Anatomía de la Universidad de San Marcos, desde sus fundaciones del Anfiteatro Anatómico y el Colegio de Medicina de San Fernando y desde el Protomedicato. Su casa se convirtió en el lugar de encuentro de todos los sabios que pasaban por Lima (Haenke, Malaspina, Salvany, Humboldt, etc.), mientras su cargo de cosmógrafo del virreinato del Perú le facilitaba la elaboración de sus numerosos trabajos científicos, entre los que deben destacarse la publicación anual de una Guía política, eclesiástica y militar del Perú (17931798) y su obra más señera, las Observaciones sobre el clima de Lima y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre (1806), donde se suceden las aportaciones a la biología, la patología, la climatología y la antropología. Sin embargo, como en el caso anterior, también Unanue abrazó la causa de la independencia, aunque con mayores reticencias pese a su confesado amor a la patria, como él mismo se encarga de referirnos: "esta patria que he amado mucho antes que se abriese por la espada de Marte la primera página de su existencia".
Estos nombres mayores de la ciencia criolla no agotan ni mucho menos la nómina de los estudiosos americanos de la Ilustración. Habría que añadir a los responsables de las expediciones botánicas, ya consignados en sus respectivos lugares, a muchos de los divulgadores de las Luces en sus respectivos ámbitos regionales y a otras figuras que alargarían la relación. Entre todos componen un cuadro sobresaliente, que recibiría el espaldarazo de Alexander von Humboldt, quien en su famoso viaje al Nuevo Mundo (1799-1804), que le condujo desde Cumaná hasta La Habana (y luego a los Estados Unidos), pasando por Caracas, Santa Fe de Bogotá, Quito, Lima y México, pudo encontrarse en cada una de sus etapas con selectos cenáculos de sabios ilustrados, que le sirvieron de introductores en sus desplazamientos con informaciones fidedignas procedentes de un conocimiento profundo de la realidad americana.

FUENTE:  http://www.artehistoria.jcyl.es/histesp/contextos/6828.htm - Carlos Martínez Shaw

jueves, 15 de marzo de 2012

La ilustración

Siglo XVIII en esta época se da la innovación en lo político, económico y lo social. Se rompe con la tradición en lo filosofo religioso ósea se general una revolución intelectual (Fe/Razón).

Se abandona la etapa medieval y se accede a la modernidad, la ilustración también se conoce como el siglo de las luces, esta tiene sus principales corrientes en Francia, Inglaterra y España y genera nuevas ideologías:

  • Políticas
  • Religiosas
  • Filosóficas
  • Económicas
  • Científicas
El cambio alcanzo su punto máximo en el reinado de Carlos  III (1759-1788) el objetivo principal fue el de regular la iglesia-estado e impulso al estudio de los productos naturales de las colonias.
            

martes, 6 de marzo de 2012

Escudo




El escudo de armas era característico, permitía identificar el linaje de las familias.
Mis apellidos son Amaya Castro, encontré que el apellido Amaya tiene origen español para ser exacta en la villa de Burgos aunque el dibujo no muestra los colores, los escudos de este apellido se caracterizaban por usar tonalidades amarillas representando el oro. El apellido Castro tiene su origen en la villa de Castrogeriz ubicada también en Burgos viene del latina "castrum" que significa castillo por eso en la parte superior de mi escudo quise integrar la imagen de un castillo, sus colores característicos son el rojo y el amarillo.
En mi escudo de armas quise integrar el pasado con el presente, hay cosas características de la historia de mis apellidos pero dentro de este se encuentra mi presente, en la parte inferior se ve un paisaje este hace parte de la ciudad de nacimiento de mi mamá, también integre dos anillos que simbolizan la separación de mi papa y águila negra rampante que hace representación de mi ciudad de nacimiento.